Saturday, July 30, 2005

 

san ianzio uretamendi 2005

Hoy celebramos, por mañana la fiesta de san Ignacio. Ignacio a veces puede parecer un santo antipático, con poca gracia y desde luego sin el esplendor ni la simpatía que puedan tener otros; pero a mi humilde entender, creo que el legado de Ignacio sigue hoy más vivo que nunca.

En las lecturas de hoy encontramos una temática común: el discernimiento, tanto para hacer el bien, primera lectura, tanto para agradecer lo recibido (segunda lectura) o tanto para poder decir quién es Jesús (evangelio). En las tres lecturas al cristiano se le sitúa siempre en una disyuntiva en una elección, en una opción que hacer.

Ignacio en la historia de la Iglesia nos aportó una nueva forma de mirar nuestro interior, nos aportó un nuevo modo de relacionarnos con Dios, que sería su espiritualidad; por no hablar de la revolución que supuso para la vida religiosa y la Iglesia de su tiempo; un tiempo que era cambiante y convulso como el nuestro.

Ahí creo que radica la actualidad de Ignacio, en el modo en que respondió a los desafíos que se planteaban en su tiempo desde la honda experiencia personal y comunitaria de Dios. Nuestro mundo de hoy también se nos presenta convulso, siempre en un constante cambio y por supuesto lleno de retos y desafíos que abordar tanto como personas y tanto como Iglesia.

Están cambiando cosas que antes se tenían como seguras y que cohesionaban la sociedad, tales como la familia, una creencia más o menos común, nuestras referencias ya no se limitan a nuestro pueblo o ciudad, sino que por la globalización miramos de una manera diferente al mundo, un mundo que a su vez se ve amenazado por la acción del hombre. Un mundo lleno de miedo, que alguno califica como la sociedad del riesgo. Un mundo que a su vez se encuentra profundamente dividido en una brecha creciente entre países pobres y ricos. Un mundo en que el conocimiento es un valor sostenido por el dinero, donde las sociedades de la información nos bombardean de datos, pero no nos dan sabiduría. Un mundo que necesita de Dios, pero que ha matado a Dios. Un mundo lleno de contradicciones donde aparecen los derechos humanos a veces mimados y otras veces pisoteados de manera miserable. Pero un mundo que Dios sigue amando profundamente.

Ignacio nos enseña a mira a este mundo desde los ojos de Dios, en la contemplación de la encarnación vemos como las tres personas divinas miran el mundo; y sabemos que es una mirada amorosa, con tanto amor que se exclama el HAGAMOS REDENCIÓN. A raíz de esa mirada amorosa, Ignacio sitúa la salvación, sitúa la acción de Jesús en este mundo y también se sitúa él mismo. Empieza un itinerario personal complicado con idas y venidas hasta fundar la Compañía de Jesús. Ésta se entiende como una colaboradora de ese HAGAMOS REDENCIÓN, hoy se entiende que los jesuitas somos colaboradores de la misión de Cristo para con este mundo que antes describíamos.

Ahora la Compañía es más vieja, y como tal también más pecadora; pero como cualquier joven, sigue siendo llamada cada día por su misión , por su razón de ser y también por su fundador a seguir haciendo redención. Pero también tenemos que hacerlo mejor, e Ignacio nos da instrumentos para ello: una profunda experiencia personal de Dios, donde uno se ve como un peregrino. A ello se une también la experiencia comunitaria; Ignacio siempre tuvo claro que lo suyo era siempre con otros, así como la Compañía es siempre con otros, en una especie de comunidad apostólica. No podemos olvidar el discernimiento orante, no basta tener buena formación , sino que tenemos que aprender a mirar con los ojos de Dios para hacer redención. Y finalmente, en un complicado, desde los ojos de Dios y el discernimiento guiado por el Espíritu Santo elegir por aquello que sea mayor gloria de Dios, es decir aquello que sea lo mejor para la humanidad.

Pues que el bueno de Ignacio, que hoy recordamos nos ayude en este camino, nunca fácil y siempre lleno de obstáculos.
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